lunes, 5 de septiembre de 2016

¿Es esto un adiós? ¿O quizás un "hasta luego?

Un año sin publicar nada en absoluto en este, mi pequeño rincón de Internet, da para pensar mucho. Para recordar mucho. Y, sobre todo, para emocionarte mucho cuando revives todo aquello que has aprendido en tus más de cuatro años de andanzas cibernéticas.

Llegué a estos lares un caluroso julio de 2012, con apenas catorce años y sin una idea fija de lo que deseaba o no hacer con mi vida. Por aquel entonces, sólo tenía claro y presente mi pasión, una de esas viscerales y a veces hasta un poco insanas: escribir. Ansiaba aporrear las teclas del ordenador sin orden ni concierto, uniendo letras para formar palabras que poco a poco irían tejiendo la compleja red de historias que bullían en mi cabeza y deseaban ser escuchadas por alguien más que una servidora.

A lo largo de todo este tiempo, y ahora lo observo cuando releo todo lo aquí plasmado- y me avergüenzo un pelín por haber compartido esta historia que ahora se me antoja incluso pueril-, he crecido como "proyecto de escritora", que cada día ha ido perfilando más su forma de narrar y se ha ido construyendo a sí misma como aquello a lo que aspira ser algún día; pero, lo más importante y que guardaré siempre con mayor cariño, es que he crecido como persona.

Mirándolo en perspectiva, resurgen en mi cabeza los vestigios de aquello a lo que tantas horas una vez dediqué; las conversaciones entabladas, el intercambio de opiniones y todos los comentarios que aparecían en el momento adecuado para sacarme los colores y alentarme a continuar. De mi experiencia en Blogger, me llevo a grandes personas a quienes me encantaría desvirtualizar algún día, y muchas, muchísimas enseñanzas.

Llegué aquí siendo una niña, y me despido- por ahora- un paso más cerca de cumplir las metas que alguna vez me puse y que siguen intactas en lo más profundo de mi corazón, junto a todo el aprecio y estima que le guardo a mis aventuras literarias.

Muchas han sido las personas que han pasado a leerme, o tal vez no, mas con sólo haber logrado acariciar el alma y los sentimientos de una de ellas con mis palabras, son más que suficientes. Si me despido, no es porque vaya a dejar de escribir o marche de Internet; sino porque en breves me embarco en una aventura totalmente nueva y, como mis personajes, tengo que cerrar capítulos pasados de mi vida y despedirme, no sin una enorme sonrisa en el rostro mientras me dirijo a ti, y a ti y también a ti. A quienes habéis sido tan partícipes de mis historias, desvaríos y bajones tanto o más que yo misma.

Quedan aún muchas historias por contar, tanto por compartir con el resto del mundo, que me muero de impaciencia a ser capaz de regresar y que me recibáis donde quiera que sea con el amor y el apoyo que siempre habéis mostrado.

Gracias, GRACIAS Y MÁS G R A C I A S. Nunca seríais capaces de imaginaros lo que habéis significado para mí y lo que habéis nutrido mi alma de gozo y orgullo.

 Y me gustaría despedirme con unos versos de mi venerado Miguel Hernández;

. A las aladas almas de las rosas... de almendro de nata te requiero,: que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. .

Vuestra siempre, Julia

lunes, 19 de octubre de 2015

Epílogo

  Cuando el coche se detuvo frente a su "nueva casa", Arlette farfulló. Esta mudanza no implicaba un cambio de vivienda, sino un cambio de vida: tras dieciséis años, había sido adoptada por el matrimonio Lloyd. ¿La única ventaja que le veía? Que sus nuevos padres aceptaban íntegramente que no era una chica común. Así, al menos, no la abandonarían como ya habían hecho las otras siete familias de acogida.

  -Arlette, por favor, deja de hacer que llueva. Hoy estaba haciendo un muy buen clima- se quejó, con una sonrisa, Susan, su madre adoptiva.

  -A mí me gusta cuando levanta cosas- apostilló Bruno, su hermano de diez años-. ¡Levántame la gorra, por fa!

  Arlette le respondió tirándole la gorra al suelo de un manotazo, riendo. Después de todo, no estaba tan mal su familia.

  -Este será nuestro nuevo hogar, Arlette- se lo presentó Ayrton Lloyd, su padre.

  Al ver aquel imponente edificio de estilo victoriano, que antaño fue un famoso y polémico Internado, Arlette sintió unos ojos grises taladrándola. "Maldita Ojos de moco", reía. ¿Dónde la estaban metiendo?

  -Arlette, la abuela Cecilia quiere conocerte- la sacó Bruno de sus pensamientos-. Tiene ochenta y tres años, así que no esperes que te escuche muy bien- rió.

  Se acercó a la puerta principal, donde la esperaba una longeva mujer de pelo blanco como el azúcar y ojos turquesas, en silla de ruedas. Los labios, coloreados de rosa, dibujaron una enorme sonrisa al tiempo que la abrazaba y gritaba:

  -¡Es ella, Abby, es ella! ¡Ha llegado!

  Por detrás, apareció otra pareja madura, conformada por un hombre de pelo cano y una mujer de tez pecosa y alargadas pestañas. Su mirada centelleó al verla.

  -Llama al chico, Brenton, llama al chico.

  A los dos minutos, volvió el llamado Brenton- que parecía ser marido de la tal Abby- con un chico alto, apuesto, de cabellos casi negros  y penetrante mirada azul oscuro. Era, sin duda, el chico más guapo que hubiera visto nunca.

  -Este es nuestro nieto, Eiden. Vive aquí con nosotros, y estaba deseando conocerte- explicaron Brenton y Abby.

  -Un placer, Arlette- dijo el chico cortésmente, tendiéndole la mano.

  Cuando sus manos se pusieron en contacto, rápidos vistazos de dos jóvenes chicos, abrazados dentro de un desván con un halo mágico, se sucedieron ante ellos.

  -Lo hicieron bien Kathleen y Jay, lo hicieron bien- comentó, con una enorme sonrisa en su rostro, Eiden.

  Arlette, que por algún motivo sentía saber de qué hablaba, asintió. Todo iría bien a partir de ahora, de repente estaba segura.

lunes, 12 de octubre de 2015

Capítulo 29: ¡Larga vida a las paredes que derrumbamos! (Pt. 2)

No me puedo creer que esté publicando esto. Increíble pero cierto. Ha llegado el día y esta historia, tras idas y venidas continuas, está terminada. La semana que viene se subirá un epílogo en el que no aparecen ni Kathleen ni Jay, pero que creía que podría quedar bien :). ¡Un beso y muchísimas gracias por todo!


  La mañana siguiente a su graduación, Kath se levantó con una terrible jaqueca. Hacía mucho tiempo- quizá nunca- que no había vivido una fiesta como aquella.

  Al girarse en la cama, se topó con los rizos enmarañados de Sissie bajo las sábanas. Era increíble lo mucho que había llegado a querer a esa rubia alocada; pareciera que habían sido amigas de toda la vida. Pero, sin embargo, los recuerdos de Warwick, los cadáveres ocultos del Internado, la muerte de Gaelle... Parecieran haberle sucedido a alguien ajeno a ella, no ser más que una noticia en el periódico.

  Incluso Barto, aquel hermoso cachorro de perro que habían escondido hasta ser ellos mismos secuestrados, parecía algo de otra vida pasada. ¿Qué tal estaría ahora? Seguramente los padres de Keegan lo estarían tratando bien en su enorme casa de campo, tras haberlo rescatado de entre los bosques contiguos al Internado totalmente desnutrido: llevaba meses buscando a su dueña.

  Ah... Keegan, Keegan... Cuánto iba a extrañar al bueno de Keegan cuando terminara el verano. Al igual que a Callum y a Vanessa. Y, por supuesto, que a Abby y Brenton. Aunque estaba segura de que aquello no era el final de absolutamente nada; sino el principio.

   Kathleen se levantó porque no podía permanecer más tiempo en la cama, se vistió con unos vaqueros y una sudadera y bajó a la cafetería a tomar algo. Cuál no sería su sorpresa al hallar allí a Jay.

  -Vaya, veo que no soy la única que tiene jaqueca...- musitó, dibujando una sonrisa-. Buenos días.

  Jay la abrazó.

  -Estamos conectados hasta para estas cosas, ya lo sabes.

  Kathleen suspiró, asintiendo.

  -Por eso también sé la punzada de dolor que te dio saber que yo tenía una madre orgullosa en mi graduación y tú no.

lunes, 5 de octubre de 2015

Capítulo 29: ¡Larga vida a las paredes que derrumbamos! (Pt. 1)

  Este será el último capítulo, lo siguiente que suba va a ser un epílogo que puede que os confunda más que nada, pero era necesario. Gracias a quienes aún quedéis por ahí.


  Todo un año había transcurrido desde la última vez que Kath vio a la señorita Tilman, durante la presentación de Daniella como directora. Esta vez, ella había vuelto al Internado para asistir a su graduación. ¡Qué emoción!

  Si todo salía bien, el próximo año Kathleen asistiría a la Universidad de Oxford a estudiar Lengua y Literatura Inglesas, con el sueño de ser escritora en un futuro. Estaba deseándolo.

  -¿Qué tal vais, chicas?- preguntó Vanessa desde fuera de la habitación.

  -Estamos esperando a Kath- respondió Abby, recostada sobre la cama hojeando una revista.

  -Te vas a arrugar toda la toga, tonta- le riñó, entre risas, Sissie-. ¡Vamos Kathleen!

  Kathleen se colocó un colgante de plata con una "G" pendiendo de la cadena. Se la había entregado Daniella, parece ser que apareció en casa de Gaelle. Daba igual si la "G" era por Gaelle o por Gill, ambas habían sido dos mujeres fundamentales en su vida aún sin ella saberlo; necesitaba llevar ese collar aquel día.

  -Ya estoy- dijo, al fin-. Podemos irnos.

  Y las cuatro amigas salieron juntas, riendo. Probablemente no volverían a compartir clases: Vanessa se iba a Cambridge, Kath a Oxford, y Sissie y Abby permanecían en la Universidad de Londres.

  El patio principal del Brotherhood volvía a estar engalanado, y de nuevo había muchísimos rostros sonrientes mirando a la zona de Kathleen, que tomó asiento junto a Jay.

  -¿Estás entusiasmada?- le preguntó él, apretando sus manos con cariño.

  Kathleen observó unas filas más atrás, donde Sue Tilman le sonreía enormemente. Había creído conveniente cederle el lugar de familiares a Sue; después de todo, había sido su única familia durante muchos años.

  -Tengo un poco de miedo por lo que pueda venir.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Capítulo 28: ¿Qué significa "familia"? (Pt. 2)

Lo dicho siempre, espero que lo disfrutéis y muchísimas gracias. Esto no continuaría de no ser por el apoyo :)



 -Maldita plancha- se exasperó Sissie, peleando con su plancha del pelo en un intento inútil por alisarse el flequillo-. ¡Justo hoy se tenía que estropear!

  Kath rió al tiempo que iba a abrir la puerta. Tras ella, apareció Vanessa engalanada con unos pantalones pitillo rojos y una blusa a la sisa azul marino.

  -¿Aún estáis así? Va a terminar el acto y seguimos aquí.

  Sissie le sacó la lengua, al tiempo que se abrochaba su vestido rosa palo.

  -Las estrellas siempre llegamos tarde, ¿no lo sabías querida?

  Las tres amigas se unieron, entre risas, en un abrazo y salieron de la habitación. Unos ojos azul hielo las observaban desde el otro lado del pasillo. ¿Cuándo sería perdonada? Si es que llegaban a
perdonarla alguna vez, claro está.

  Abajo, en el patio, habían montado unas mil sillas enfrente de un escenario improvisado, sobre el que Daniella debería hablar frente a los quinientos alumnos del Internado, el claustro y algunos periodistas locales que se habían colado para el momento.

  -¡Jay!- gritó Kathleen cuando vio al joven junto a su madre, luciendo chaqueta y corbata.

  Jay le mostró una hermosa sonrisa cuando llegó a su lado, y le dio un pequeño beso en la cabeza.

  -¿Y Abby?

  Kathleen se encogió de hombros.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Capítulo 28: ¿Qué significa "familia"? (Pt. 1)

  ¡Hola! Espero que estéis disfrutando de esta historia, si es que sí dejádmelo saber aquí, en Twitter, en Ask... Como veis, se van publicando cada semana, así que estad pendientes, ¡quedan dos capítulos! Un beso y tened un maravilloso día.




  Habían pasado varios meses cuando Jay por fin se decidió a ir al cementerio local, puesto que apenas había sido capaz de estar presente durante el funeral de su abuela. "Es curioso", pensó, "he llegado a querer a mi abuela en unos meses como si hubieran sido años."

  Tal vez el cariño no era directamente proporcional al tiempo que conocías a alguien, o a los lazos sanguíneos que te unían a esa persona. O quizás fuera cierto que Jay experimentaba el amor de la forma más pura, pero no solo con Kathleen, como le habían vendido.

  El cementerio se hallaba vacío a aquellas horas de la mañana, y una espesa neblina gris cubría el mausoleo de los Plassmeyer. Aunque no era allí a donde se dirigía, sino a una pequeña y humilde tumba de mármol blanco no muy retirada de allí.

  Cuál no sería su sorpresa al vislumbrar una sombra sobre la tumba. ¿A quién- aparte de a él- se le ocurriría ir a esas horas de la mañana un domingo al cementerio? La mata de pelo escarlata recogida en una trenza le dio respuesta sin necesidad de que viera la cara de la persona que allí se encontraba.

  -Hola- musitó Jay, al acercarse.

  Abby se giró y le dedicó una tímida sonrisa que iluminó sus mejillas, tiñéndolas de rosa.

  -Hola.

  Ambos se quedaron en silencio durante unos minutos, observando la tumba de su difunta abuela, sin saber cómo actuar. No habían vuelto a cruzar palabra desde que salieron del hospital. Habían labrado su relación en torno a silencios prolongados donde se gritaban todo lo que deseaban decirse.

  -¿Esas violetas las has traído tú?- inquirió, observando las flores que descansaban sobre la lápida.

  -Sí- contestó Abby de forma tímida, dejando que el frío aire mañanero los envolviera antes de volver a hablar-. Guardan un significado especial para mí y, supongo que en cierta manera para ella también.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Capítulo 27: Renacer (Pt. 2)

  ¡Hola! Si todo sale bien, esta entrada debería publicarse porque la he programado, pero no prometo nada. (voy a intentar estar por aquí aunque hayan comenzado las clases). Yo nunca incumplo mis promesas, ya lo sabéis (si es que seguís leyéndome, claro). Espero que disfrutéis la historia, un beso y muchisisímas gracias por seguir ahí tras tres años.

PD: Espero que os guste la canción, habla un poco de cómo se sienten los dos últimos personajes que aparecen en este capítulo en estos momentos.



  Jay, Daniella y Kathleen no eran los únicos pacientes en aquella planta a los que se relacionara con el misterioso caso de una secta corrupta formada por la élite de Londres. Unas cuantas habitaciones más allá, una joven pelirroja escribía en un cuaderno de tapa dura mientras descansaba en una cama.

  Siempre temí que mi madre no se sintiera orgullosa de mí, pero nunca imaginé que acabaría siendo yo la que no pudiera sentirse así por ella. ¿Quién me diría que perder a mi madre supondría encontrarme a mí misma? Ahora mismo, solo me arrepiento de no haber descubierto a tiempo quién
era Gaelle Milner; teníamos muy poco tiempo para decirnos muchas cosas. Quizás la vida consista en eso: una carrera a contrarreloj.

  De repente, oyó pasos y cesó de escribir. ¿Quién querría ir a verla en aquellos momentos? La única persona a la que creía importarle había resultado un impostor, había maquillado sus pérfidas intenciones con hermosas palabras y mimos hacia ella. Lo único que aún la quemaba por dentro era saber si se había acercado a ella antes o después de ingresar a la Hermandad; porque desde luego que si había ingresado por su culpa, no podría perdonárselo nunca.

  Cuál no sería su sorpresa al ver pasar al torbellino de pelo rubio platino entrar con una sonrisa de oreja a oreja.

  -¡Zanahoria! ¿Cómo te encuentras?

  -Con dolor de cabeza hasta que llegaste tú- le respondió, haciendo un amago de sonreír-. Ahora tengo jaqueca.

  Sissie profirió una sonora carcajada y esperó hasta que Abby se levantó para abrazarla tan fuerte que se le cortara la respiración.

  -Espero que esto cuente como un "lo siento".

  -¿Lo siento?- Abby se extrañó-. Pensaba que la que te debía una disculpa era yo. Nunca he sido, ejem, lo que se dice un ejemplo de buena amiga.

  -Querida Abigail Rumsfeld, eres una borde de mierda y tienes un humor de perros el noventa por ciento del tiempo, pero no eres una mentirosa. Después de todos estos años de amistad, no me fié de ti y siempre te culpé de la desaparición de Brenton. Aunque bueno, en parte sí fue tu culpa.