martes, 28 de octubre de 2014

Mis disculpas.


  Buenas a todo aquel (o aquella) que siga ahí, al otro lado de la pantalla, leyendo esto que vengo a decir. Quizás no sea importante, quizás prefiráis estar en otra parte; pero un motivo u otro os ha traído hasta aquí, ahora mismo.

  Dejando a un lado mi filosofía barata y mis alegorías dignas de preescolar, quisiera disculparme. ¿Por qué? Bueno, en realidad por nada; no tengo fijadas unas  fechas de escritura con vosotros. Pero también es cierto que prometí terminar la historia antes de empezar las clases.

  ¿Qué pasa? Las palabras se las lleva el viento, no hay más. Yo quería terminar la historia, pero veía poco interés por vuestra parte o por la mía, así que fui posponiendo el momento y nunca llegué a tomármelo realmente en serio. ¿Eso qué significa? Que ahora mismo me encuentro en un momento de parón.

  Tal vez vuelva mañana y me contradiga, pero por ahora quiero tomarme un tiempo. Abrí este blog con catorce años, cuando esta idea parecía lo mejor que se me podía ocurrir y de verdad pensaba que lo que yo escribía merecía la pena. Agradezco haberlo hecho, pero simplemente no encuentro ahora mismo fuerzas para seguir tan rápido. Es el final de una historia a la que, quieras que no, le he cogido cariño, y me gustaría escribirlo con calma; hacer las cosas bien. Al igual que me gustaría, después de todo, corregirla y arreglarla hasta que se convierta en algo que me guste de verdad.

  Me disculpo porque realmente, cuando inventé esta historia tenía otras prioridades y gustos que han cambiado bastante en cuestión de dos años y medio; y como perfeccionista exacerbada que soy, estoy obsesionada por dar lo mejor de mí para vosotros, que no sé si a estas alturas seguiréis esperando mis palabras o pasaréis de mí- como yo bien haría-.

   Quisiera, ya que estoy, agradecer a toda esa gente- que es bastante más de la que en un principio pensé- por haberme apoyado siempre y haberme alentado a continuar. Si no os nombro uno por uno y una por una, es porque sé que me dejaré nombres en el tintero. También muchísimas gracias a todos y todas los que habéis leído esta historia sin pies ni cabeza que se me ocurrió cuando aún ni sabía lo que era escribir de verdad (tampoco es que lo sepa ahora, pero ya reconozco que lo que yo hago desde luego que no es); porque, como siempre digo, vuestras palabras me han ayudado muchísimo, no sabéis bien cuánto ni cómo.

  ¿Es esto un adiós? Digamos que es un hasta luego, a la historia y al blog. Volveré pero no de manera continua- aunque ya sabéis que esto último nunca se me ha dado bien-, cuando tenga algo que decir. Terminaré la historia, y la subiré aquí cuando ya ni siquiera la recordéis. Como reto personal, como promesa. Llamadlo como queráis.

  Gracias, de nuevo, por el tiempo dedicado.

  Se despide, con amor, Julia.