lunes, 19 de octubre de 2015

Epílogo

  Cuando el coche se detuvo frente a su "nueva casa", Arlette farfulló. Esta mudanza no implicaba un cambio de vivienda, sino un cambio de vida: tras dieciséis años, había sido adoptada por el matrimonio Lloyd. ¿La única ventaja que le veía? Que sus nuevos padres aceptaban íntegramente que no era una chica común. Así, al menos, no la abandonarían como ya habían hecho las otras siete familias de acogida.

  -Arlette, por favor, deja de hacer que llueva. Hoy estaba haciendo un muy buen clima- se quejó, con una sonrisa, Susan, su madre adoptiva.

  -A mí me gusta cuando levanta cosas- apostilló Bruno, su hermano de diez años-. ¡Levántame la gorra, por fa!

  Arlette le respondió tirándole la gorra al suelo de un manotazo, riendo. Después de todo, no estaba tan mal su familia.

  -Este será nuestro nuevo hogar, Arlette- se lo presentó Ayrton Lloyd, su padre.

  Al ver aquel imponente edificio de estilo victoriano, que antaño fue un famoso y polémico Internado, Arlette sintió unos ojos grises taladrándola. "Maldita Ojos de moco", reía. ¿Dónde la estaban metiendo?

  -Arlette, la abuela Cecilia quiere conocerte- la sacó Bruno de sus pensamientos-. Tiene ochenta y tres años, así que no esperes que te escuche muy bien- rió.

  Se acercó a la puerta principal, donde la esperaba una longeva mujer de pelo blanco como el azúcar y ojos turquesas, en silla de ruedas. Los labios, coloreados de rosa, dibujaron una enorme sonrisa al tiempo que la abrazaba y gritaba:

  -¡Es ella, Abby, es ella! ¡Ha llegado!

  Por detrás, apareció otra pareja madura, conformada por un hombre de pelo cano y una mujer de tez pecosa y alargadas pestañas. Su mirada centelleó al verla.

  -Llama al chico, Brenton, llama al chico.

  A los dos minutos, volvió el llamado Brenton- que parecía ser marido de la tal Abby- con un chico alto, apuesto, de cabellos casi negros  y penetrante mirada azul oscuro. Era, sin duda, el chico más guapo que hubiera visto nunca.

  -Este es nuestro nieto, Eiden. Vive aquí con nosotros, y estaba deseando conocerte- explicaron Brenton y Abby.

  -Un placer, Arlette- dijo el chico cortésmente, tendiéndole la mano.

  Cuando sus manos se pusieron en contacto, rápidos vistazos de dos jóvenes chicos, abrazados dentro de un desván con un halo mágico, se sucedieron ante ellos.

  -Lo hicieron bien Kathleen y Jay, lo hicieron bien- comentó, con una enorme sonrisa en su rostro, Eiden.

  Arlette, que por algún motivo sentía saber de qué hablaba, asintió. Todo iría bien a partir de ahora, de repente estaba segura.

lunes, 12 de octubre de 2015

Capítulo 29: ¡Larga vida a las paredes que derrumbamos! (Pt. 2)

No me puedo creer que esté publicando esto. Increíble pero cierto. Ha llegado el día y esta historia, tras idas y venidas continuas, está terminada. La semana que viene se subirá un epílogo en el que no aparecen ni Kathleen ni Jay, pero que creía que podría quedar bien :). ¡Un beso y muchísimas gracias por todo!


  La mañana siguiente a su graduación, Kath se levantó con una terrible jaqueca. Hacía mucho tiempo- quizá nunca- que no había vivido una fiesta como aquella.

  Al girarse en la cama, se topó con los rizos enmarañados de Sissie bajo las sábanas. Era increíble lo mucho que había llegado a querer a esa rubia alocada; pareciera que habían sido amigas de toda la vida. Pero, sin embargo, los recuerdos de Warwick, los cadáveres ocultos del Internado, la muerte de Gaelle... Parecieran haberle sucedido a alguien ajeno a ella, no ser más que una noticia en el periódico.

  Incluso Barto, aquel hermoso cachorro de perro que habían escondido hasta ser ellos mismos secuestrados, parecía algo de otra vida pasada. ¿Qué tal estaría ahora? Seguramente los padres de Keegan lo estarían tratando bien en su enorme casa de campo, tras haberlo rescatado de entre los bosques contiguos al Internado totalmente desnutrido: llevaba meses buscando a su dueña.

  Ah... Keegan, Keegan... Cuánto iba a extrañar al bueno de Keegan cuando terminara el verano. Al igual que a Callum y a Vanessa. Y, por supuesto, que a Abby y Brenton. Aunque estaba segura de que aquello no era el final de absolutamente nada; sino el principio.

   Kathleen se levantó porque no podía permanecer más tiempo en la cama, se vistió con unos vaqueros y una sudadera y bajó a la cafetería a tomar algo. Cuál no sería su sorpresa al hallar allí a Jay.

  -Vaya, veo que no soy la única que tiene jaqueca...- musitó, dibujando una sonrisa-. Buenos días.

  Jay la abrazó.

  -Estamos conectados hasta para estas cosas, ya lo sabes.

  Kathleen suspiró, asintiendo.

  -Por eso también sé la punzada de dolor que te dio saber que yo tenía una madre orgullosa en mi graduación y tú no.

lunes, 5 de octubre de 2015

Capítulo 29: ¡Larga vida a las paredes que derrumbamos! (Pt. 1)

  Este será el último capítulo, lo siguiente que suba va a ser un epílogo que puede que os confunda más que nada, pero era necesario. Gracias a quienes aún quedéis por ahí.


  Todo un año había transcurrido desde la última vez que Kath vio a la señorita Tilman, durante la presentación de Daniella como directora. Esta vez, ella había vuelto al Internado para asistir a su graduación. ¡Qué emoción!

  Si todo salía bien, el próximo año Kathleen asistiría a la Universidad de Oxford a estudiar Lengua y Literatura Inglesas, con el sueño de ser escritora en un futuro. Estaba deseándolo.

  -¿Qué tal vais, chicas?- preguntó Vanessa desde fuera de la habitación.

  -Estamos esperando a Kath- respondió Abby, recostada sobre la cama hojeando una revista.

  -Te vas a arrugar toda la toga, tonta- le riñó, entre risas, Sissie-. ¡Vamos Kathleen!

  Kathleen se colocó un colgante de plata con una "G" pendiendo de la cadena. Se la había entregado Daniella, parece ser que apareció en casa de Gaelle. Daba igual si la "G" era por Gaelle o por Gill, ambas habían sido dos mujeres fundamentales en su vida aún sin ella saberlo; necesitaba llevar ese collar aquel día.

  -Ya estoy- dijo, al fin-. Podemos irnos.

  Y las cuatro amigas salieron juntas, riendo. Probablemente no volverían a compartir clases: Vanessa se iba a Cambridge, Kath a Oxford, y Sissie y Abby permanecían en la Universidad de Londres.

  El patio principal del Brotherhood volvía a estar engalanado, y de nuevo había muchísimos rostros sonrientes mirando a la zona de Kathleen, que tomó asiento junto a Jay.

  -¿Estás entusiasmada?- le preguntó él, apretando sus manos con cariño.

  Kathleen observó unas filas más atrás, donde Sue Tilman le sonreía enormemente. Había creído conveniente cederle el lugar de familiares a Sue; después de todo, había sido su única familia durante muchos años.

  -Tengo un poco de miedo por lo que pueda venir.